Hoy nos encontramos en medio de un inmenso proceso de fusión de las formas musicales, un proceso en el que muchas de las oposiciones que con anterioridad nos han servido para pensar y realizar la música, pierden todo su vigor. El ethós musical que comparten la mayorÃa de géneros electrónicos es, de facto, el reflejo de esa fusión, la creencia firme en la disolución de las fronteras estilÃsticas y su puesta en práctica: «Mezclar y agitar».
El Techno rebelde de Ariel Kyrou, al igual que cualquier remezcla que se precie, más que una terminada e intocable obra, supone un corte, un track más dentro de esa colección, siempre provisional e incompleta, de recursos (sónicos, en este caso) que deben ser reorganizados y conectados sin cesar a ese flujo potencialmente interminable que trae consigo -o deberÃa traer-, la experiencia de la creación.
El arte del DJ es el «arte de mezclar». Techno rebelde nos enseña que ese arte existe desde siempre, que Mozart fue un DJ y que la remezcla es la propia vida de la música, su pulsión. A lo largo de sus páginas una realidad queda concluyentemente demostrada: la música electrónica es más efectiva y se disfruta más cuanto más impura es; el ritmo y textura chocan frontalmente, una y otra vez, contra la composición; una maquinaria sin alma se enfrenta a una serie de ideas tradicionales sobre belleza y estética hasta recomponer sus sentidos, leemos también cómo los impulsos de las vanguardias quedan muchas veces abducidos por las demandas de grooves para el baile.
El libro, página a página, va poniendo de manifiesto cómo estas tensiones son, precisamente, las que mantienen viva a la música, y que asà ha sido siempre. La música insiste en «ir con el flujo y estar aquà y ahora«, en ser parte del presente que nos define y que nos forma, insiste en acompañarnos.